26/4/07

DESEAR EL MAL HACE MAL

La envidia y los celos, ese cóctel con sabor a veneno, es ideal para putrefactar el cuerpo y el alma. La mayoría de la gente sabe que es normal probar un sorbo de cada uno en su justa medida sin llegar a emborracharse. Algunos dicen que para que haya una persona envidiosa y celosa tiene que haber alguien que la provoque con gran ostentación. Exhibir un mueble, un inmueble o una persona como diciendo “Ja, Miren esto lo conseguí YO en tiempo récord” “Esto es para que lo vean y lo admiren ustedes pero es MIO, ¿Y esta persona...Ja.....vieron...como YO puedo? YO, YO.. inagotables YO. Entonces algunos desean con perversión casi infantil que en algún momento los materiales le exploten como polvo, que los pierda tan pronto como los consiguió y que esa persona que tan poco les costó conquistar los traicione con su mejor amigo o en el peor de los casos con su propio hermano. En general si ese pensamiento se repite se vuelve una obsesión, el envidioso y celoso empieza a destruirse poco a poco al mismo tiempo que el otro se divierte y disfruta como loco. Las personas que son más “Cerebrales” piensan que depende de cada uno como tomar una actitud ostentosa y exhibicionista del otro viendo el lado positivo de la situación. Tal vez si pensamos friamente, no queremos ese mueble, ese inmueble o ese sujeto. Lo que podemos rescatar es la actitud frente a la vida que tuvo esa persona en conseguir lo que tiene. Pero para poner el tema en la balanza yo les preguntaría a los ostentosos y exhibicionistas ¿Qué hay detrás de tanta demostración de todo... o de nada?. Cada uno lo interpreta como quiere...o los ignora definitivamente.

14/4/07

PANTALLA EN BLANCO, MENTE EN NEGRO


Me produce ansiedad ver como el cursor titila y espera sobre el lado izquierdo de la pantalla de mi computadora, esperando que empiece a llenarlo con palabras. Siento que las teclas mueren por ser tocadas, acariciadas algunas, golpeadas levemente otras. Lamento desfraudarlos amigos. Hoy debo soportar –y no sé por cuanto tiempo- una horrible “Mancha Negra” posada justo en el hemisferio derecho de mi cerebro. “Parte de la vida” dirían los expertos en el tema. No me conformo con ese pensamiento. No puedo ni quiero esperar a que “Esta inquilina maldita se vaya”. Pero bueno, escaparse de los demás es muy fácil, lo difícil es huir de uno mismo. Me suena a excusa eso que la mancha negra sea una visitante circunstancial. Seguramente estaba adormecida y por diferentes circunstancias se despertó, me invadió y me dominó. Podría echarle un vaso de lavandina, digo, como para que se vaya destiñendo hasta desaparecer. No nos engañemos, la mancha no solo no desaparecerá sino que se volverá amarillenta. Por suerte el cerebro es como la tierra, va girando continuamente. ¡Pobre de los que piensan que la Tierra es Cuadrada! . Entonces habrá que esperar que la mancha se duerma de nuevo, o tal vez que vaya cambiando de lugar. Lo único que le pido es piedad y ¡Que ni se le ocurra cruzarse por mis piernas porque juro que la mato a pisotones! ¡No sabe con quien se metió esa maldita! (¿Hacía falta esta aclaración?. No, pero por las dudas....nunca se sabe....)


2/4/07

LOS DUEÑOS DEL CIRCO


La semana pasada tuve que realizar un trámite en uno de esos edificios antiguos que pertenecen al Estado y cuyos empleados se creen algo así como sus dueños –ilegítimos, claro-. Pensé que las nueve horas que separaban mi descanso del ”tramiterío” podría llenarlas con 0,5 mg de una de esas aprobadas, recetadas y archivadas redonditas verdes para dormir, ó pasar la noche en vela y amanecer como trapo de piso retorcido. No me gustaban ninguna de las dos opciones. Entonces vi por milésima vez un capítulo de “Sex and the City” y dormí con la misma sonrisa que la primera vez. Ahora, escribo mi experiencia como pegándole a cada una de las teclas -que pobres víctimas cayeron en desgracia-. Entré por una puerta giratoria trabada por alguien que se le ocurrió pasar no solo su anatomía, sino también un carrito lleno de papeles, los cuales quedaron diseminados por el suelo, algunos, y en mis zapatos otros. Pasado ese percance y apretando contra mi pecho mi humilde carpeta de trabajo engrosé la fila de futuras víctimas. Yo era la 57 . Suspiré tan hondo que más que un suspiro fue un lamento, luego siguieron una serie de Ts...Ts...Ts...costumbre que no puedo sacarme desde que tengo uso de razón y no soportaría ni el mismísimo Ganhdi. Bueno, peor era ver como rebotaban uno tras otros –efecto dominó- a los que eran atendidos antes que yo. Recuerdo especialmente a una empleada alta, grandota, llevaba anteojos sostenidos por un espantoso colgante brilloso, empezó a levantar la voz cual directora de escuela primaria estatal de los años ‘70 con un alumno que hizo alguna travesura. Lástima que se olvidó que tenía enfrente a alguien como 50 años mayor. ¿Qué le estaba provocando ese pobre infeliz a esa Ballena seca? Simplemente que le faltaba documentación suficiente para iniciar el trámite. Y el hombre...nada...ni una palabra le salía, resignado dio la vuelta cabizbajo, adiviné que por lo menos sería la tercera vez que vendría. Miré de reojo mi número y alcé la vista , debía esperar 30 historias diferentes. Observé en medio de mis Tss....que no todos los empleados eran iguales, estaban las Monas, los Leones, las Palomas, los Magos y hasta el mismísimo “Tragasables”. Decidí acercarme al “Mago” con la excusa “de que ya había empezado el trámite el día anterior y que por favor me atendiera él” (Obvio que iba a dudar si me atendió o no) Conclusión el tipo solucionó todos los posibles errores que la Ballena me hubiera rechazado. En fin...Ojalá la próxima vez me cruce con el señor “rebotado” y pueda transmitirle mi experiencia. ¡Por favor Cierren el Circo, echen a los payasos y empleen a personas con idoneidad suficiente para atender a los contribuyentes como nos merecemos!

ESE DOLOR QUE NO SE PUEDE COMPARTIR CON ALGUNOS...


El dolor que produce la ruptura de una pareja a veces es similar al dolor de muelas. Al principio nos quejamos y lloramos frente a la primera persona que tenemos cerca. El que escucha nos aconseja tomar un calmante específico y famoso para que se nos vaya el dolor. Al día siguiente , y a pesar de haber tomado el brebaje en cuestión, nos sentimos peor que el día anterior, estamos ojerosos, débiles, ¡Horribles!, entonces insistimos y volvemos a quejarnos frente al la misma persona que nos aconsejó y escuchó cuando todavía no se nos había hinchado la cara. Es posible que hayamos dado con el sujeto equivocado y que nunca haya sufrido un dolor de muelas y menos una extracción. Paso siguiente y obvio nos manda al odontólogo. Ya en un grito acudimos al profesional en cuestión. Vuelta de medicamentos , una semana más de molestias, una semana más de quejas, y el otro ya ni nos escucha, ó en el peor de los casos nos dice “Ya falta poco”. Y llega el día, ya la muela se nos fue. Con la cara todavía hinchada, anestesiada, hablando como idiotas, echando sangre por la boca, sin poder comer, todavía pálidos, flacos, ojerosos y ¡Horribles! y esa misma persona con expresión de superada nos dice “ Je.., ya está, mañana vas a estar bien”. ¿Y que le vamos a contestar al que nunca pasó por esta horrible experiencia?. Bueno, por si alguien nunca transitó por una situación similar lo que sigue es lo siguiente:

1) En lugar de la muela queda un “Banquito de sangre coagulada”.
2) La sangre se va secando de a poco y el “el huequito” queda por unos días “intocable”.
3) Tapar o no tapar el hueco, esa es la cuestión.

Voy a referirme al punto 3 . Algunos tapan el hueco lo antes posible, con el mejor de los materiales que le puedan ofrecer. Esos son los que se empecinan en sonreír lo antes posible, que todos vean “Su nueva y superior adquisición”.
Están los otros, los que tapan los que ellos llaman el “agujero” con material de segunda, con tal que “no se note”, pero no confiesan a nadie que el lugar les quedó tan sensible que apenas si pueden comer de “ese lado”por un largo tiempo.
Por último están los que no tienen apuro cubrir “el espacio vacío” y entonces dejan de reír por un tiempo, seguramente si se cruzan con aquella persona que nunca pasó por la experiencia, le dirán que ya están bien con una sonrisa cerrada y tapándose - por las dudas la boca con una mano- y el otro -¿Qué otra cosa podíamos esperar?- dándole una palmadita en la espalda le contesta. “Pero claro, estás bárbaro, que te va a doler si ya no tenés más la muela, Je..Je...

¿QUE LIGHT?



Me calcé el mismo Jean que hace cuatro meses, en ese momento lo combiné con un pullover de mangas tres cuartos. Esta vez lo hice con una remera de algodón sin mangas. En aquel momento, frente a un árbol que se iba desnudando lentamente prometí que ese mismo pantalón se sentiría tan cómodo en mi cintura como el árbol con su traje verde renovado. Todas las semanas voy al supermercado de mi barrio, con la lista de comestibles ahogándose entre mis ropas, de paso guiñaba con un ojo a mi árbol amigo, mientras a éste lo iba arropando la madre naturaleza . Una vez dentro del supermercado, eligí un carrito pequeño, traté de sacar la lista del bolsillo de mi jean. El papel se partió por la mitad, no podía salir de otra manera ante el esfuerzo desmedido de su dueña. Me sentí frustrada, hace cuatro meses había pasado por la misma experiencia. Armé el quebrado papelito y podía leer varios artículos seguidos por las palabras “light”, diet, “reducido en calorías” “Ceros”. Me detuve en la góndola de los productos lácteos, hice mías una gran cantidad de yogures, quesos blancos, leches, todos con la misma leyenda. Luego fui al rescate de las bebidas, llené el carrito de “Ceros”, de vez en cuando trataba de pasar una mano por la cintura, pero mis dedos quedaban tan aprisionados en el pantalón como aquella vez que tenía el pullover y los productos salían mucho más baratos. Comencé a perder la paciencia, llamé a un empleado del lugar y le pedí que leyera los componentes de los envases que había elegido ya que había olvidado mis lentes. El empleado me miró sonriente y me dijo que no hace falta tener anteojos, me recomendó que si quería ahorrarme unos pesos cambiara esos envases verdes por los colorados, total .....era lo mismo. Lo escuché sin entender nada. Volví a pasar una mano por la cintura, miré al chico y como si emprendiera una carrera de Fórmula Uno me dirigí a la primera Caja que tuve a mi alcance, superando a los carritos más grandes llenos de todo. Me enfrenté a la cajera con mirada oriental. Despotriqué contra los fabricantes, contra los publicistas, contra los dueños del supermercado. Enardecida mostré un queso untable a la cajera que seguía facturando y luego mi jean sin botón , que acababa de explotar contra el ojo achinado del vendedor de tofu. Luego en un ataque de furia tiré el carrito derramando “Blancos “ y “Ceros” por todo el lugar. La cajera en jeroglífico verbal gritaba al vendedor de tofu que seguía frotándose el ojo cada vez más cerrado y colorado. Con el jean pegado a mi abdomen, sin moverse un centímetro, pasé al lado del árbol ya cubierto de hojas naturalmente verdes y le hice una reverencia.
Los momentos fuertes se meten debajo de nuestra piel, navegan por el cuerpo y cuando llegan al cerebro explotan en forma de recuerdos.

En el mapa de su rostro puedo seguir la ruta de su pasado.

Hundida en el pantano de mis emociones bloqueo todas mis acciones.

No es necesario ser bueno para llegar al cielo. No es necesario morirse para conocer el infierno.

Algunos se revuelcan en el Barro de su propio Ego y salpican a los que pasan de casualidad por ahí.

Ceguera: Mirar sin querer ver.

El Amor se cuela por la sangre y cuando llega a los ojos del otro explota como emoción.

Algunos tienen el don de hacer dos cosas al mismo tiempo: Cumplir su sueño y mi pesadilla.