2/4/07

¿QUE LIGHT?



Me calcé el mismo Jean que hace cuatro meses, en ese momento lo combiné con un pullover de mangas tres cuartos. Esta vez lo hice con una remera de algodón sin mangas. En aquel momento, frente a un árbol que se iba desnudando lentamente prometí que ese mismo pantalón se sentiría tan cómodo en mi cintura como el árbol con su traje verde renovado. Todas las semanas voy al supermercado de mi barrio, con la lista de comestibles ahogándose entre mis ropas, de paso guiñaba con un ojo a mi árbol amigo, mientras a éste lo iba arropando la madre naturaleza . Una vez dentro del supermercado, eligí un carrito pequeño, traté de sacar la lista del bolsillo de mi jean. El papel se partió por la mitad, no podía salir de otra manera ante el esfuerzo desmedido de su dueña. Me sentí frustrada, hace cuatro meses había pasado por la misma experiencia. Armé el quebrado papelito y podía leer varios artículos seguidos por las palabras “light”, diet, “reducido en calorías” “Ceros”. Me detuve en la góndola de los productos lácteos, hice mías una gran cantidad de yogures, quesos blancos, leches, todos con la misma leyenda. Luego fui al rescate de las bebidas, llené el carrito de “Ceros”, de vez en cuando trataba de pasar una mano por la cintura, pero mis dedos quedaban tan aprisionados en el pantalón como aquella vez que tenía el pullover y los productos salían mucho más baratos. Comencé a perder la paciencia, llamé a un empleado del lugar y le pedí que leyera los componentes de los envases que había elegido ya que había olvidado mis lentes. El empleado me miró sonriente y me dijo que no hace falta tener anteojos, me recomendó que si quería ahorrarme unos pesos cambiara esos envases verdes por los colorados, total .....era lo mismo. Lo escuché sin entender nada. Volví a pasar una mano por la cintura, miré al chico y como si emprendiera una carrera de Fórmula Uno me dirigí a la primera Caja que tuve a mi alcance, superando a los carritos más grandes llenos de todo. Me enfrenté a la cajera con mirada oriental. Despotriqué contra los fabricantes, contra los publicistas, contra los dueños del supermercado. Enardecida mostré un queso untable a la cajera que seguía facturando y luego mi jean sin botón , que acababa de explotar contra el ojo achinado del vendedor de tofu. Luego en un ataque de furia tiré el carrito derramando “Blancos “ y “Ceros” por todo el lugar. La cajera en jeroglífico verbal gritaba al vendedor de tofu que seguía frotándose el ojo cada vez más cerrado y colorado. Con el jean pegado a mi abdomen, sin moverse un centímetro, pasé al lado del árbol ya cubierto de hojas naturalmente verdes y le hice una reverencia.

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