19/6/07

LA PRESENCIA DE LA AUSENCIA

Cuando compartimos determinado espacio y tiempo con alguien, léase compañeros de trabajo, amigos, pareja, creemos que esas relaciones van a durar eternamente. Sabemos que no siempre es así. De la noche a la mañana nuestro compañero/a de trabajo con el que compartimos durante diez años, nueve horas diarias renuncia o lo despiden y Chau, nunca más sabemos de esa persona, porque por lo general es así: La vida de la gente corre en línea paralela a la nuestra y no se vuelven a cruzar nunca más. Sin embargo pienso que si la cantidad de tiempo que compartimos arroja un saldo negativo entonces a la semana de su ausencia los recuerdos se diluyen tan pronto de nuestra memoria que ya ni registramos a esa persona. Es más, no podemos creer que hayamos compartido tanto tiempo juntos y su ausencia se convierte en un verdadero alivio. Por el contrario están los otros, los que dejan “huella” no importa el tiempo que hayan estado con nosotros. Una nube de melancolía se adueña de una parte del cerebro y del corazón. Los momentos intensos se acrecientan y los densos parecen filtrarse para no empañarlos. El eco de una risa fresca y contagiosa, el andar de un lado a otro del lugar con paso firme y ágil, la ayuda siempre a tiempo y en el momento exacto, la palabra contenedora, la mano sanadora, las miradas cómplices son algunas de las cosas que no se olvidan jamás, que quedan grabadas para siempre en el disco rígido de nuestra memoria. He vivido las dos historias. Sentí paz cuando alguien desapareció de mi vida aunque la hayamos compartido como “un millón” de años y no puedo resignarme a no ver más aquellos a quien les tuve y les tengo afecto. Lamento que entre esas personas haya algunos que me desfraudaron, sin embargo algunos días trato de recordar los buenos momentos y otras veces, a modo de consuelo, prefiero saborear el gusto amargo de la última vez. Sinceramente no soporto las historias que no “cerraron”, entonces tengo la ilusión de “cruzarme” por la vida con esa persona y terminar con la incertidumbre de una vez y para siempre. Hoy en día por gracia o desgracia de Internet podemos tener presentes y “actualizados” a esas personas por medio de fotos, lástima que por lo general vienen acompañadas por “Un Combo” que no nos interesa compartir, que nos “Ensucian e Invaden nuestra Pantalla”. Antes, las historias terminaban en el mismo momento en que el sujeto en cuestión cerraba la puerta por última vez. Confieso que extraño un poco esa época. Porque sino ¿Cuál es el límite? ¿Debería seguir de manera virtual y a modo de reality la evolución o involución de la gente? Creo que no. Sería como vivir la vida de los otros -que ya no compartimos- casi a la par de la nuestra. En algún momento debemos dejarlos ir de una vez y para siempre. (Por si no quedó claro, me refería únicamente “Al Combo”, Je...)

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